Las dos cajas del poder

 Las dos cajas del poder

Estamos soportando dos ejércitos invasores, los que gobiernan que nos matan con los impuestos y los del mercado que nos masacran con los precios.

El gobierno es una gran caja, recursos infinitos, o no tanto, su magnitud no permite desarrollar un país pero sobran para formar un gran partido y sostener decenas de miles de “militantes”. Muchos se iniciaron como aficionados pero terminaron siendo rentados, con esa novedad nació su conversión en burocracia. Cajas de todo tipo, se multiplicaron las instituciones y organismos en manos de ese absurdo pensamiento, o esa pretensión de serlo que es el “kirchnerismo”. Dicen ser peronistas, de esa historia no tienen nada, nada de nacional y mucho menos de popular. Heredan los recuerdos, ninguna de las virtudes. Mucho marxismo mal digerido que siempre fue anti popular y elitista. Y de progresismo, ese implante moderno que surge con la pretensión de superar las tradiciones y termina disolviendo identidades. La nada misma, actores centrales en toda decadencia que se precie. Miles de burócratas, los anteriores no fueron mancos en esos temas, vinieron por el botín como si fuera esencial a su supervivencia, solo los necios pueden encontrar virtudes donde no las hay.

Las leyes e ideas creadas para gobernar parten de una verdad mientras que los bancos y el poder económico despliegan su propia ideología. Ese versículo de los adoradores del becerro de oro que dice “todo lo privado es mejor a lo público”, llevado al extremo al que hemos arribado, nos deja sin Estado en medio de un mercado persa. Claro que el Estado es derrotado por no ser capaz de generar una política que mejore la vida del ciudadano. Estamos soportando dos ejércitos invasores, los que gobiernan que nos matan con los impuestos y los del mercado que nos masacran con los precios. Desde la muerte de Perón, el único que intentó hacer política enfrentando a los intereses particulares fue Alfonsín, el resto fue tan solo una competencia por las rentas.

El juego de los poderes impuso la concepción del triunfo del rico sobre el resto de la sociedad. Con la dictadura se inicia el endeudamiento, luego vendrán las privatizaciones y el resultado de la concentración es la eliminación de la clase media. Como si no les alcanzara con lo que hurtaron del Estado ahora piden “libertad de mercado”, es tan solo una señal de que a veces sufren la sensación de que los del Estado se enriquecen más que ellos. En rigor, ni los que gobiernan son buenos políticos ni los que se auto titulan “mercado” generan riqueza alguna, al menos jamás producen la que intentan llevarse. De ese conflicto nace la eterna deuda.

Hace cincuenta años no se hablaba tanto de economía ni de trabajo, todavía el liberalismo sin patria ni bandera no había dado el golpe de Estado e iniciado su destrucción de todo lo colectivo. Y la guerrilla, otra invasión de los sin patria ni bandera, no había intentado destruir el peronismo hasta dejarlo convertido en un sello de goma. En la democracia actual nos invitan a elegir entre instituciones sin equilibrio distributivo ni salarios dignos o burocracia sin ninguna justicia y algo de distribución. Es en el distrito Capital donde se torna más visible el acuerdo entre oficialismo y oposición. Un peronismo que acompaña a quien gobierna en todo, desde la venta de espacios verdes hasta la caricia de los medios de comunicación que comparten, en propiedad o como anunciantes. Ya queda a la luz, al desnudo, que las agresiones y golpes bajos son para la tribuna y que los acuerdos y bonanzas para compartir. Muchos no soportan, no creer en nadie, por lo que asumen una fe ciega en alguno de los contrincantes y el consecuente odio en el otro, nada de esto nos ayuda a cambiar. Ni frente a la enfermedad y el peligro de muerte somos capaces de acercarnos, respetarnos, de gestar coincidencias.

En las elecciones venideras debemos enfrentar a las burocracias y su fruto amargo, la desesperanza. Esto significa intentar la política desde el llano, sin subsidios del poder en cualquiera de sus dos versiones. Debemos gestar alternativas que ofrezcan esperanza y debate, que devuelvan la confianza en el mañana. El próximo presidente debe surgir de un frente que no sea ni quien nos gobierna ni quien nos gobernó porque está claro que en ambos grupos el fracaso es inherente a su manera de actuar y pensar. Intentemos lo nuevo, surgirá lentamente pero ese es el único camino. Una elección parlamentaria en medio de semejante angustia existencial nos obligan a comprometernos. No es de izquierda ni de derechas, debe ser una opción patriótica, que eso es en esencia de lo que carecemos.

por JULIO BÁRBARO