Un 24 de marzo recargado

 Un 24 de marzo recargado

El 24 de marzo fue conmemorado por el kirchnerismo con varios episodios que se ajustan al nombre que le pusieron a esa fecha: “Día de la Memoria”. Porque nos permite recordar quiénes son. Es un servicio útil, ya que hay entre quienes se califican de opositores algunos bastante desmemoriados. Son los heraldos de la “antigrieta”, que se ubican en lo que creen el medio entre dos extremos. Pero no cualquier medio es el justo medio que postulaba Aristóteles. Entre la democracia republicana y el autoritarismo populista la virtud no está en el medio, sino en defender el primer término de la opción con uñas y dientes: fuera de él no tendremos libertad, dignidad, igualdad ni progreso.

El gobierno nacional, para exaltar la memoria, creyó que para repudiar una dictadura iniciada en 1976 había que ayudar a una dictadura de signo contrario. De otro modo no se explica que justo en esa jornada haya decidido retirar a la Argentina del Grupo de Lima, que reúne a países latinoamericanos que procuran que la democracia y la libertad vuelvan a tener vigencia en Venezuela.

En el mismo día Cristina Kirchner fue la oradora principal de un acto en el que fue presentada como “presidenta”. Su exposición fue un conjunto de desatinos, en los que además de recordarnos una vez más su ignorancia (calculó que diez millones de pesos cuando el dólar estaba a 4,20 $ equivalían a … ¡diez millones de dólares!), no se privó de esos desvaríos que hace unos años se emitían por cadena nacional casi todos los días. Según su relato, en el mundo solo hay vacunas rusas y chinas, y los argentinos las tenemos gracias a ella. Pero lo más grave de ese discurso deshilvanado en el que nos reveló que Néstor Kirchner se divertía mucho en Disney, fue que, mientras el ministro de Economía Martín Guzmán se encontraba en los Estados Unidos negociando con el FMI y con el Tesoro de ese país, fulminó cualquier posibilidad de un acuerdo al sostener que la Argentina solo aceptaría uno de condiciones muy ventajosas, como si estuviéramos en la posición de exigir algo, cuando no existe ningún programa económico y las pocas medidas que Guzmán ensaya para restaurar algún equilibrio macroeconómico, como las disminuciones de subsidios a las tarifas de servicios públicos, son boicoteadas por el Instituto Patria.

Hubo otros episodios lamentables, pero el que se llevó todos los laureles en el “Día de la Memoria” fue el pedido que formuló la señora Estela de Carlotto: que Macri sea detenido. Así nomás, sin ninguna imputación de un delito y sin proceso previo. Detenido por malo. En cualquier democracia avanzada alguien que dice eso es tomado como un marginal, un nostálgico de las dictaduras. En la Argentina, se lo toma como un oráculo de los derechos humanos.

He elegido solo tres postales de una jornada en la que el kirchnerismo expuso de la manera más nítida su vocación chavista. Solo se deberían sorprender los muy ingenuos. Los ataques a la justicia independiente y a los medios de prensa son constantes en esa fuerza política. No se trata de casos anecdóticos, sino de una ideología, que han desarrollado públicamente en publicaciones y conferencias, que es hostil a la democracia liberal. La patria y el pueblo son uno y lo encarnan ellos. De ahí que la separación de poderes sea entendida como un artificio antipatriótico y antipopular, lo mismo que las críticas de los periodistas.

Es una concepción que además se centra en el Estado y que subordina a este los derechos individuales. Su ideal es una comunidad en la que todos dependen de los favores estatales. La iniciativa individual es considerada sospechosa, una exhibición de egoísmo contraria a la solidaridad y la soberanía, palabras que derraman con fruición mientras vacunan a jóvenes militantes y postergan a adultos mayores y personas de riesgo.

Las cartas están sobre la mesa. Los argentinos tenemos que optar. Entre la dictadura y la democracia no hay término medio.

por JORGE ENRIQUEZ

Diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires.